Regresar a los lugares en los que hemos sido felices, no siempre se trata de espacios físicos. Se puede tratar de recuerdos que traemos al presente a través de la música. Espacios que nos recuerdan los primeros desencantos, inconformidades y amores.
Fotos: Tania Velasco
Texto: Ginn Tonic
Así se puede describir el concierto de los 25 años de carrera de Los Estrambóticos, un viaje que continúa y que conforma una buena parte de la memoria de los asistentes, pedazos de vida encarnados en canciones capaces de reunir a un gran número de personas que con puños levantados, cantaron a una sola voz éxitos entrañables para sentir la emoción del beso, del baile en la edad de la punzada con un gozo que parecía infinito. Padres de familia con niños en hombros, mujeres y hombres de diferentes edades que se desbordaron en un festejo especial, porque una carrera de un cuarto de siglo se debe celebrar.
La llegada al escenario de la alineación, fue anunciada con un video que emuló el recorrido en metro de la banda con destino al Plaza Condesa. Luego las luces, los primeros sonidos, los gritos, las ovaciones. Una ambiente donde asistentes de todas las edades eran unidad, un efecto natural para aquellos adolescentes que crecieron con canciones como Treinta Monedas, Ciegos de Amor, La Herida y que han ido heredando a sus hijos, porque sí, hubo familias completas en el lugar, adultos con niños en hombros que conocían las canciones, que se emocionaron y gritaron para hacer del momento, algo que seguramente recordaron a lo largo de sus vidas.
Entre el ska y el Rocksteady clásico, fueron apareciendo las notas de éxitos que fueron acompañados de invitados como Leo Añorve, quien en su momento fue parte de la alineación de Los Estrambos, sin duda, un momento de ovaciones, añoranzas y de baile desenfrenado.
Y así fueron cayendo rolas con personajes únicos representados con imágenes en pantallas que quedarán grabados por mucho tiempo. Un verdadero festejo único por tener en el setlist Mi tamagochi, El cuchillo, Quiero estar, Camino a ninguna parte para traer a aquella juventud que ha ido acompañando a sus seguidores a lo largo de su vida. 25 años de estar, de componer de disfrutar, de madurar un sonido a fuego lento pero frenético, de acompañamiento que sólo podía vivirse de esta forma en el Plaza.