Siempre al estar en algún lugar fuera de las cosas y personas que conocemos nos lleva a una introspección, a un replanteamiento de nuestra persona; en resumen, nos cambia. Hay lugares que parecen pedazos de otros mundos. Tal es el caso de Islandia, donde vivió un buen rato Ryan Karazija, de Low Roar. Sus grandes campiñas, accidentes geográficos de donde brota agua y aguas tan cristalinas que son meros espejos del cielo que dibujan increíbles auroras boreales, no puede mantener inerme a nadie. Además de maravillarnos, bien pueden ser fuente de inspiración. No olvidemos que de esa pequeña isla han salido bandas como Sigur Rós, múm, Sólstafir, por ejemplo. Ryan vivió unos años en Islandia, a la vez que aleatoriamente regresaba como quien está sentado en dos sillas, sin pertenecer a una ni a otra. Nos contó brevemente sobre la creación de su más reciente producción “Once In A Long, Long While…”.
Ryan nos comentó que a veces estar en el estudio le recuerda estar en una clase en la que el profesor está revisando la tarea y tú no la traes, y es entonces el momento en el que rápido la haces antes de que sea tu turno. Le preguntamos en concreto por qué y entre risas decía que es porque en el estudio se encuentra él más eficiente. Tal es el caso de “Bones”, que desde un principio él tuvo la idea o la visión de que alguien le acompañara en la letra. En Islandia se hizo amigo muy cercano de Jófríõur Ákadóttir, a quien él admira mucho y se expresa de forma muy bella ante su trabajo.
Su percepeción sobre el público mexicano es bastante similar a la de cualquier otro extranjero. Le parece que somos muy devotos como en ningún otro país, a pesar de que Ryan tiene raíces mexicanas tanto por su madre como por sus abuelos. El año pasado tuvo un evento gratuito en el Museo del Telégrafo, en una presentación muy íntima. Mencionaba sobre la cercanía y la soltura para componer en México, lugar al que también siente pertenecer. Mencionaba que pareciera que las cosas le traen de vuelta, y tal fue el caso cuando conoció a Diego, de Pedro Y El Lobo, a quien conoció en Islandia y lo han traído en otras ocasiones a México.
En esta producción se escucha un cambio bastante notorio a diferencia de los dos álbumes previos, en los que se pueden apreciar mayores atmósferas y un sentido más melancólico, con predominancia de guitarras acústicas, sencillos arpegios y voces con un tinte de reverberación. Para este disco mezcló más elementos electrónicos, lo cual lo hace un disco más bailable, y en el cual podríamos pensar que tiene un poco de influencia latina al haber sido compuesto parte de él en México, con sus colores, su clima y su gente, a diferencia de Islandia y EE.UU., donde los climas son un poco más castigadores y la gente más reacia a la sensibilidad. Todo esto influyó para crear un álbum que se complementa a sí mismo, con sus contrastes. Tuvimos la fortuna de que el álbum fuera tocado por primera vez en México, siendo el punto del comienzo para la gira que está en curso. Ryan se despidió muy agradecido con la calidez del público mexicano, y desea estar pronto de vuelta.
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