El pasado sábado 5 de julio, Ozzy Osbourne y Black Sabbath ofrecieron su último rugido sobre un escenario, en un concierto multitudinario y emotivo en su ciudad natal. El legendario Villa Park, estadio del Aston Villa, se transformó en una auténtica catedral del heavy metal, donde decenas de miles de fans celebraron una despedida cargada de historia, nostalgia y potencia sonora.
Desde un trono decorado al estilo del mismísimo “Príncipe de las Tinieblas”, Ozzy, a sus 76 años y visiblemente afectado por el Parkinson, gritó con su voz inconfundible: “I love you!”, conmoviendo a un público entregado hasta el último acorde de “Paranoid”, el himno con el que cerró esta noche histórica.
La formación original de Black Sabbath (Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward) volvió a reunirse después de dos décadas, acompañados por una constelación de estrellas: Metallica, Guns N’ Roses, Slayer, Pantera, Tom Morello, Steven Tyler y más, hicieron de esta cita algo irrepetible.
Las entradas volaron en 16 minutos y recaudaron fondos para organizaciones como Cure Parkinson’s y el Hospital Infantil de Birmingham. “Esto solo pasa una vez en la vida”, dijo entre lágrimas un fan británico. Y tenía razón.
Con más de 75 millones de discos vendidos, Black Sabbath cierra un capítulo imborrable en la historia del rock. Y Ozzy, desde su trono y entre sombras, se despide como lo que siempre fue: una leyenda viviente del metal.
